venerdì 4 agosto 2017

Piaceri notturni/Placeres nocturnos
di/de Cesare Pavese
(trad. Marcela Filippi)
Anche noi ci fermiamo a sentire la notte nell'istante che il vento è più nudo: le vie sono fredde di vento, ogni odore è caduto; le narici si levano verso le luci oscillanti.
Abbiamo tutti una casa che attende nel buio che torniamo: una donna ci attende nel buio stesa al sonno: la camera è calda di odori. Non sa nulla del vento la donna che dorme e respira; il tepore del corpo di lei è lo stesso del sangue che mormora in noi.
Questo vento ci lava, che giunge dal fondo delle vie spalancate nel buio; le luci oscillanti e le nostre narici contratte si dibattono nude. Ogni odore è un ricordo. Da lontano nel buio sbucò questo vento che s'abbatte in città: giù per prati e colline, dove pure c'è un'erba che il sole ha scaldato e una terra sventrata che esala all'inverno il respiro del fondo. Si è spento ogni odore lungo il buio, e in città non ci giunge che il vento.
Torneremo stanotte alla donna che dorme, con le dita gelate a cercare il suo corpo, e un calore ci scuoterà il sangue, un calore di terra annerita di umori: un respiro di vita. Anche lei si è scaldata nel sole e ora scopre nella sua nudità la sua vita più dolce, che nel giorno scompare, e ha sapore di terra.
También nosotros nos detenemos a sentir la noche en el instante en que el viento está más desnudo: las calles están frías de viento, todo olor ha caído; las narices se levantan hacia las luces oscilantes.
Tenemos todos una casa que espera en la oscuridad que regresemos: una mujer nos espera en la oscuridad, tendida en el sueño: el cuarto está caliente de olores. No sabe nada del viento la mujer que duerme y respira; la tibieza del cuerpo de ella es la misma de la sangre que murmura en nosotros.
Este viento nos lava, llega desde el fondo de las calles bien abiertas en la oscuridad; las luces oscilantes y nuestras narices contraídas se debaten desnudas. Cada olor es un recuerdo. De lejos de la oscuridad salió este viento que se abate sobre la ciudad: va por prados y colinas, donde también hay una hierba que el sol ha calentado y una tierra ennegrecida de humores. El recuerdo nuestro es un áspero olor, la poca dulzura de la tierra desventrada que exhala al invierno el aliento del fondo. Se ha apagado cada olor en la oscuridad, y a la ciudad no nos llega más que el viento.
Volveremos esta noche a la mujer que duerme, con los dedos helados a buscar su cuerpo, y un calor nos estremecerá la sangre, un calor de tierra ennegrecida de humores: un aliento de vida. También ella se ha calentado en el sol y ahora descubre en su desnudez la vida más dulce, que de día desaparece, y tiene sabor de tierra.

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